viernes, 26 de septiembre de 2014

Ponerte enferma

 
Una de las ventajas que tiene el ponerse enfermo es que te cuiden, te mimen y te consientan. Si, cuando caes enfermo, no tienes al lado a alguien que esté pendiente de ti, ¿entonces por qué caer enfermo? (lógica aplastante)
 
Eso es lo que me llevo preguntando todo el día. Bueno, todo el día y toda la noche de ayer, porque menuda nochecita.
 
Es tristísimo estar enfermo y solo en casa al mismo tiempo (ya es triste estar solo. Imaginad estar enfermo también. Triste, no. Para llorar y no parar). Es como cumplir condena por partida doble. ¡Y no puedes escapar de ella!
 
Fiebre, escalofríos, mal cuerpo, vómitos, carreras al baño,... (lo que básicamente es estar enfermo). ¡Todo son desventajas (excepto las carreras que, quieras que no, te ponen en forma)! Y para colmo de males, ¡no puedes comer! Todo lo que te arriesgas a comer (y no me refiero a unas sabrosas costillas que chisporrotean en el horno sino a una triste tortilla de un huevo), sale disparado en cuestión de segundos por alguno de los agujeros de tu cuerpo. ¡Me siento como un colador!
 
 
Llevo todo el día a base de agua con limón. Y sí, está riquísima, pero estoy saturada. Quisiera masticar un buen filete o comerme un buen helado de chocolate... pero no puedo. ¡Ainsss!
 
Mi día de hoy se ha basado básicamente en transportar mi entumecido cuerpo de la cama al sofá, del sofá al baño, del baño al sofá, del sofá a la cama, de la cama al baño, del baño al sofá,... y así repetidas veces. Inagotables veces. ¡Interminables! Y ahí sigo... He hecho más sprints que en toda en mi vida y se me está poniendo un "cuerpini"...
 
Echo de menos a mis perros. Ellos son mis "calentadores de pies" oficiales. Les chantajeo con pan para que se mantengan ahí, sobre mí, calentando mi cuerpecito. Y, cuando me abandonan por aburrimiento, le pido a mi chico a grito "pelao" que me traiga algo. El caso es ejercer bien el papel de enferma, que si no luego te desvalorizan. Pero como no están... ¡sólo puedo gritarme a mí misma y abrazarme con mis brazos en plan "alone" (tristísimo, os lo aseguro).
 
Odio estar enferma (¿quién no?). Me siento impotente, débil y, básicamente, mal (como todo hijo de vecino cuando está enfermo). Me siento como una muñequita de trapo que no vale nada, y no me gusta esa sensación. Además, todo lo que tenía pensando hacer hoy, mi día libre, se ha ido al garete.
 
Tendré que ejercer de enfermo y cuidador al mismo tiempo si quiero recuperarme a ojos vista (se dice así, ¿no?). Seré yo quien me sujete a mí misma la cabeza, quien me de palmaditas de consolación en la espalda y quien me diga dulces palabras de amor para pacificar mi alma. Eso si algún vecino no se ofrece a cuidarme (que lo dudo). Eso sí, cuando hay champiñones al horno o sardinas asadas bien que se apuntan a comer los muy... ¡vecinos! ¡Ainsss!
 
Seguiré la rutina de hoy e iré corriendo al baño, que parece que hace mucho que no voy y ya lo echo de menos. Mañana, eso sí, limpieza general, que he dejado toda la casa echa un desastre. Ni ayudante tengo. Ainssss...
 
 

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