domingo, 20 de noviembre de 2016

Te quiero


Te quiero. No puedo explicarlo de otro modo. Te quiero. Así de sencillo... y complicado.
Porque es complicado; mirarte, verte sonreír, con ese brillo en los ojos... y aguantarme las ganas de comerte a besos. Porque si no me aguantara, si no me mordiese las mejillas, si no me contuviese, nada podría frenar las ganas de besarte. Nunca tendría suficiente. Nunca tendría bastante de ti. Te quiero. ¿Cómo podría explicarlo de otro modo? Te quiero. ¡Te quiero! ¿Cómo puede resultarme tan sencillo decirlo ahora? ¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Te quiero! Tú me has enseñado a amar. Me has enseñado a volar. No a volar como los pájaros ni tampoco como los globos sino a volar como quien lo hace sin alas, sin nada más que su cuerpo, el cielo y la seguridad de quien sabe que no va a caer. Me has enseñado tantas cosas. Me has dado tanto. Me has dado todo. No sabría ni por dónde empezar a darte las gracias. Es como si antes de conocerte, conocerte de verdad, hubiese estado atrapada en un mundo oscuro, sin sentido, sin respuestas. ¿Y ahora? Ahora solo veo luz. Ahora sé que quiero hacer mil cosas y que las quiero compartir contigo. Ahora sé que quiero vivir. Es como si, desde que te conozco, hubiese empezado a respirar de un modo distinto, como si lo hiciese con el corazón y no con los pulmones. Como si los pulmones simplemente siguieran los acordes que el corazón les va marcando. Como si estuviesen bailando la melodía que les toca. Es una música diferente. Algo nuevo. Algo nuestro. ¿Cómo puedes explicarle a una persona qué sientes por ella si ni siquiera tú sabes ponerle nombre? ¿Cómo decirte con palabras... algo que no he alcanzado a demostrarte con hechos? No hay suficientes besos en mi boca ni suficientes abrazos ni suficientes horas en mi vida para enseñarte de algún modo, aunque sea minúsculamente, todo lo que siento por ti. No hay suficientes estrellas en el cielo para explicar una a una cada sensación que me provocas. Te quiero. Ocho letras que no alcanzan a mostrarte qué hay dentro de mí. Dos palabras que se quedan cortas. Una frase hecha, un tópico, una respuesta automática que, sin embargo, dicen tanto y a la vez tan poco. Te quiero. Y te quiero por tantas cosas... Es increíble cómo una mañana que te parece gris se convierte en un abanico de colores, en un millón de posibilidades, en algo nuevo, fresco, como la hierba después de la lluvia. Algo que te apetece tener pero que no sabías que querías hasta que lo tienes. ¿Cómo darte las gracias por tanto? ¿Cómo explicarte todo lo que has conseguido de mí? ¿Cómo enumerarte una a una todo lo que me has enseñado? A saborear los alimentos con otro paladar, a escuchar la música con otros oídos, a ver las cosas con otros ojos, a sentir, a soñar, a bailar, a cantar, a reír, a disfrutar, a vivir... ¡Es tanto! Si te perdiese, me marchitaría por dentro. Ni siquiera me atrevo a imaginar cómo sería no tenerte en mi vida. Ni siquiera puedo... quiero, pensarlo. Las lágrimas caen por mis mejillas a borbotones solo de imaginar, por un segundo, por una milésima de segundo, por un instante, que no puedo abrazarte, besarte, sentirte. Ni siquiera puedo morderme la boca para contener las lágrimas, el dolor, el desgarro que sentiría mi corazón si te perdiese. No quiero aventurarme a imaginarlo tampoco. ¿Para qué? Mi vida no tendría sentido. Tú eres mi vida. Tú eres mi razón de vivir. Tú eres mi día, mi luna, mi sol, mi aire. Tú lo eres todo para mí. ¿Cómo pueden vivir las personas sin conocer esta clase de amor? ¿Cómo pueden deambular por las calles sin saber lo que se están perdiendo? ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo lo he hecho yo hasta ahora? No soy capaz de imaginarme la vida sin ti. Ya ni siquiera recuerdo cómo era antes, qué había antes de ti. ¿Es eso posible? ¿Es extraño? No me he vuelto loca, ¿verdad? ¿O sí? Y si es así, ¿qué? Soy feliz. ¡Feliz! ¡Inmensamente feliz! ¿A quién debería importarle si estoy o no estoy loca? Solo te necesito a ti. Solo te quiero a ti. Solo a ti. En mi vida. En mi día a día. Siempre. Si te tengo a ti, lo demás me da igual. Solo tú. ¿Y sabes por qué? Porque solo tú -sí, tú-, sabes cómo hacerme feliz. ¿Quién si no lo sabría mejor que tú, que me miras desde el otro lado del espejo? ¿Quién si no mejor que tú para saber qué me hace vibrar por dentro? Tú eres la única persona que sabe hacerme feliz. Solo tú, únicamente tú, llevas mi timón. Solo tú diriges mi vida. Sólo tú. Sólo tú puedes hacerme feliz. Hazme feliz. Sé feliz. Hazme ese favor. Sé feliz. Por ti. Por mí. Por las dos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario